24 octubre, 2015

Había que ir




Un programa como el previsto por la Orquesta Sinfónica de Galicia para la Filarmónica Ferrolana -y para el tercer concierto de su abono de viernes- no debía perdérselo nadie, sobre todo contando con dos invitados como Josep Pons y Jan-Erik Gustafsson. Y si de éste me habían llegado muy buenas referencias, no hace falta decir que Pons es considerado por la Sinfónica uno de los directores “de casa”, habiendo dejado en sus numerosas colaboraciones al frente de la OSG un gran recuerdo en los músicos y en los aficionados coruñeses.

Auditorio de Ferrol
Dicho y hecho. Ante la imposibilidad de asistir al concierto de abono del viernes en A Coruña había que desplazarse hasta Ferrol, lo que nunca supone un viaje sino un agradable paseo. Por otra parte, el que el concierto se celebrara en su flamante Auditorio de Caranza era una magnífica ocasión para comprobar esa acústica que ya en su estreno sinfónico por parte de la OSG había llamado la atención de músicos y público.

El gran Haydn de siempre...

Gustafsson respondió incluso por encima de las expectativas creadas. Extrae del instrumento una gran riqueza tímbrica en todos los registros e hizo una interpretación del Concierto en do menor de Haydn realmente excelente. El fraseo en el Allegro moderato inicial fue de una gran elegancia por su sencillez y
Jan-Erik Gustafsson
elevación, y su expresividad en el Adagio causó una honda emoción. 

El virtuosismo desplegado en el Rondó final no se quedó en una mera exhibición de su portentosa técnica, sumando toda la posible variedad de ataques de arco, agilidades y gran precisión y seguridad en la mano izquierda. El bellísimo sonido y la perfecta afinación en el registro más agudo fueron demostración de toda la musicalidad que cabe en la eficacia conclusiva de un finale haydniano: esa gran capacidad del compositor de dejar en el oyente una sensación de inmensa satisfacción por lo escuchado.

...y esta (otra) Carmen...

La Suite de Carmen (1967) de Rodrón Schedrín es su obra más escuchada. Su orquestación (cuerda y un amplio despliegue de percusión) y  su tratamiento de los temas de la ópera de Bizet le supuso el rechazo de la “Nomenklatura” soviética, como guardianes que eran de la ortodoxia artística proletaria. Escuchándola después de casi medio siglo desde su composición, uno sólo puede imaginar, como causa de aquel rechazo, el miedo de los censores a salirse de la más estricta ortodoxia política, pese a haber transcurrido catorce años desde la muerte de Stalin.
Rodrión Schedrín


A oídos de un aficionado medio actual de 2015, la obra de Schedrín se presenta como una imaginativa, colorista recreación del original de Bizet. Y es una fiel recreación, pues escuchándola se puede ir recordando su trama y situaciones dramáticas a través de los temas citados; pero también de los ambientes sonoros creados por el autor moscovita. Y así sucede en el tema inicial “menguante”  cantado por las campanas tubulares, en la sensualidad tímbrica de la Habanera o en la acción que se escucha casi literalmente en la Escena marcada con el nº VI.

La versión de Pons al frente de las seciones de cuerda y percusión de la OSG  fue bastante más que notable: “se vio” una buena dosis de majeza en la entrada de Escamillo; se puedo sentir el desasosiego de la Adivinación y se escuchó un bello resumen de la obra en esa especie de “obertura concluyente” que supone la recopilación del Finale de esta Carmen schedriniana. Cada una de las secciones tuvo intervenciones dignas de aplauso y así lo señaló el maestro al recoger el aplauso del público ferrolano.

...aquí y ahora

En una segunda experiencia, la acústica del nuevo Auditorio de Ferrol resulta idónea en el patio de butacas para una obra como el Concierto para chelo de Haydn. El instrumento solista se oye con una gran proyección directa  al tiempo que con un sonido envolvente, como muy bien reflejado en techo y laterales de la sala.

Sala del Auditorio de Ferrol
Para la segunda parte, conociendo la obra y el tipo y volumen de sonido que cabe esperar por su orquestación, me senté en una butaca del piso superior. La proyección sigue siendo magnífica y el sonido de cada sección o instrumento llega a la perfección. Se aprecia sin embargo una reverberación algo excesiva en duración y muy localizada en la zona má alta del anfiteatro. Algo que no se percibe desde el patio de butacas y que para quienes estamos acostumbrados a lo que muchas veces he llamado “la peculiar acústica” del Palacio de la ópera de A Coruña no puede molestarnos en absoluto.

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