21 octubre, 2015

Mejor en su sitio





Es asombroso cómo cambia la percepción de un acto según las circunstancias en que se desarrolle. Los conciertos matinales, especialmente los que se celebran en domingo tienen un sabor especial. Descansados ya de las actividades de la semana, los espectadores se enfrentan a la música con un ánimo más relajado, más receptivo. El público que asistió en el Museo de Belas Artes da Coruña al concierto celebrado el domingo 18 por Adrián Linares Reyes, violín barroco, y Manuel Vilas, con su arpa de dos órdenes, tuvo la oportunidad de sentir ese gozo tan luminoso y diferente de las matinés dominicales.

La disposición del escenario con una mesita recubierta por un tapete de seda y dos copas con agua para servicio de los músicos- revelaba el cuidado del detalle que habría de presidir el acto. La pena fue no haberlo podido celebrar -como se hace algún tiempo en tantos otros museos-  en las salas dedicadas a la pintura de la época. Una actividad como ésta se enriquece enormemente con el “objetivo gran angular”, el valor adicional que le añade un tratamiento multidisciplinar.


Sala del Museo de Belas Artes da Coruña

Lástima que la rutina se imponga tantas veces sobre la inquietud; el Museo de Belas Artes tiene personal con sobrada preparación para preparar éste y otros posibles conciertos en esa dirección. Esperemos que así pueda hacerse en agunos futuros conciertos y podamos disfrutarlos con mayor profundidad y en el lugar que cronológicamente les corresponde.

Luz de domingo
Tal vez las matinés sean tan especiales por algo tan sencillo como el diferente aspecto que presenta la ciudad al verla iluminada por una luz de diferente potencia y ángulo. Luminoso, diferente y de sólida coherencia era Flores de música, que así se llamaba el programa que estos dos músicos habían dispuesto para la ocasión.  El título lo han tomado del franciscano Antonio Martín y Coll, religioso catalán afincado en la Corte, fallecido alrededor de 1734-35 y autor de una serie de recopilaciones de música para teclado -danzas populares o de corte en su mayor parte- con ese mismo nombre.

Linares y Vilas interpretaron una docena de títulos en la que repasaron ampliamente todo el abanico de estilos de esa música, con un técnica sobresaliente, una amplia paleta tímbrica y dinámica y gran rigor estilístico. Aspectos todos que les permitieron alcanzar una notable dosis de levedad, gracia o profundidad en sus versiones.

Manuel Rivas (I) y Adrián Linares (D)

A destacar, el verdadero derroche de buen gusto y emotividad desplegado en las diferencias (denominación más arraigada en la España de la época para el género variaciones) sobre la Folía, con unos ecos haendelianos. Ecos de ida y vuelta, que no en vano la llamada Folía de España fue inspiradora de tantos grandes compositores en el Barroco, como Corelli, Bach o el citado Haendel, el más inglés de los compositores alemanes.


La ligereza de un Canarios o el refinamiento de la Danza del Hacha y del Baile de Gran Duque redondearon el catálogo de sensaciones y sentimientos de una mañana especialmente luminosa en lo musical. El regalo de un Fandango tomado en préstamo de “nuestro” Luigi Boccherini y la repetición de parte de la Folía saciaron el hambre de belleza de los asistentes. De momento; que, afortunadamente, la música es manjar de leve digestión.

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