03 agosto, 2017

Nacer sin manual





Normas de inseguridad. Autora, Almu Ballester. Editado por RELEE, Red Libre Ediciones SL. Dirección editorial: Isabel Cañelles y Gabriel Tizón. Edición al cuidado de Clara Redondo. Primera edición, mayo de 2017. © Almu Ballester, 2017. © del prólogo, Clara Obligado 2017.

Portada (recortada) de Normas de inseguridad  


Nacemos sin un manual de uso de la vida, algo que sin embargo nos resultaría bien útil. Esta desorientación inicial, que en tantos casos se prolongará a lo largo de toda nuestra existencia, es algo que tienen en común, casi lo único, la mayoría de los seres humanos. Carecer cuando nacemos de un itinerario vital marcado provoca en cada uno de nosotros una infinita variedad de enfoques vitales y sus consecuencias.

Hay una obsesión bastante generalizada –quién sabe si para hacer frente a esta desorientación- que lleva a muchos a ordenar todo en listas de valoración o a encasillarlo, a clasificarlo en compartimentos; eso que quienes andan en esto de las artes llaman “estilos”. Y no faltará algún crítico remilgado que, no sabiendo en qué casilla meter Normas de inseguridad, llegue a decir que es una obra que adolece de eclecticismo.

Pero es que la vida es ecléctica. O variada, si se quiere: hay vidas tensas, dramáticas; otras que, por nuestra incapacidad para comprenderlas, nos parecen sacadas del teatro del absurdo; raramente, también las hay relajadas, alegres. Y dentro de esa enorme variedad, hay quienes pretenden ocupar el vacío de su vida con un desparpajo que es sólo frivolidad.

Almu Ballester por fuera


Almu Ballester llena la suya de experiencias propias y ajenas y dedica gran parte de su tiempo a ofrecérselas a sus lectores. Como en Normas de inseguridad, un título que llama la atención por la llamativa contradición de sus dos sustantivos y que, por la misma razón, bien podría parecer simplemente comercial. Si no fuera, claro, porque define con precisión de bisturí ese vacío de normas de uso de la vida con el que nacemos. Esta colección de relatos viene a ser como la imagen que nos devolvería un espejo que sólo pudiera reflejar ese vacío; pero iluminándolo con flashes de estas vidas sin manual de usuario ni garantía.

El oficio de escritor hay que trabajárselo las 24 horas de cada día vivido y hacerlo durante toda la vida. Cada libro, cada lectura asimilada, cada frase captada en cualquier momento por el escritor, cada escenario de su existencia -y cada ambiente en el que se ponga a escribir- configuran un almacén de vivencias del que va sacando material para sus textos. Almu Ballester surte este almacén con todo aquello que le permite su vida en Madrid: sus viajes diarios en Metro, los profesionales aquí o allá. Y, entre otras mil vivencias, sus paseos por las playas y montes de esta Galicia por la que se siente atraída como las limaduras de hierro por un potente electroimán.

Red madrileña de aprovisionamiento de historias y personajes


Normas de inseguridad no es un libro que cae en tus manos. Al contrario, en cuanto lo abres y empiezas a leerlo te hace caer en sus páginas. Te absorbe porque invade tu presente con la fuerza y la eficacia de un comando de fuerzas especiales. Y, como estos comandos, lo hace en el mínimo tiempo necesario para una operación limpia y a la medida: justo la que cada lector necesita y el tiempo que precisa para devorarlo en una sola sentada. Pero, mientras lo lees por primera vez, te va creando la necesidad de su relectura sosegada con la misma, sosegada y precisa atención que requiere una cata de los mejores vinos. O una degustación de los platos más ricos y complejos.

Porque Almu Ballester en sus relatos “cocina” lo cotidiano y lo extraordinario, pero con la seguridad y confianza que proporciona la “lareira” de casa de la abuela. En sus relatos no cabe la pirotecnia de las palabras, ni un final sísmico por espectacular, pese a que los hay realmente sorprendentes. Ni mucho menos la moraleja sobre comportamientos y sucesos, aunque a lo largo del libro los hay que te hacen pensar. Es un libro de lectura fácil pero con un trasfondo que permite y pide –casi que exige- al lector una colaboración, una interpretación que trascienda la mera lectura.

En Normas de inseguridad no se ejemplariza ni se pontifica, sólo se cuenta. Nada menos, porque Ballester lo hace fotografiando lo que vive y ve vivir con una cámara de alta definición, con una mirada aguda que disecciona la realidad más allá de su espectro visible. Por eso, este libro sorprende como las imágenes de una cámara térmica que revela las partes frías y calientes de cuerpos, estancias y paisajes.

¿Almas frías, cabezas calientes?

Como revela la autora el espíritu de la gente y el de las cosas. Esa sustancia inaprehensible para la mayoría, que ella convierte en la luz con que impresiona las páginas de Normas de inseguridad como si éstas estuvieran impregnadas con una emulsión que ella misma produce y con la que pinta la verdad íntima y personal de lo cotidiano y de lo extraordinario. Tan cotidiano como “las bolsas que aprietan y el tiquet en la boca” (El orden natural) cuando sales del supermercado después de hacer a compra de la semana o en los viajes en metro presentes aquí y allá a lo largo del libro.

Algo tan cotidiano como como esa cocina en la que Sonia (Nubes eléctricas) intenta distraer su inquietud

“no es que le guste mucho la radio pero hoy no puede permitirse cocinar sin ella. Necesita canciones, noticias o una voz tertuliana que la convenza, cabree o al menos distraiga”.

mientras elabora algo para una visita que espera. O que teme. Que lo más aparentemente plano, en un giro inesperado, puede desembocar en lo extraordinario, eso que Ballester sintetiza con el simple cambio de una preposición -cuando la habitual “con” deja su sitio a una inesperada, casi furtiva “a”-, revelando lo indebido de una apropiación pactada, incluso contratada y hundiéndolo en nuestra conciencia con la sutileza y eficacia de una daga bien afilada.
Almu Ballester, quizás, por dentro

En realidad, ese eclecticismo del que hablábamos más arriba y que algún personaje -alguno remilgado, insisto- despreciaría, es la mejor virtud de un libro como éste. Porque gracias a él vamos a poder respirar el aire surrealista de Gente que mira escaparates, casi el mismo ambiente que en Hoy nevará adquiere un cierto punto de ternura doméstica; el drama oculto que encierran las apenas 13 líneas de Recursos humanos; la incómoda inquietud que, después de una montaña rusa de sensaciones y sentimientos encontrados, deja Piel o no. Y la poesía con que el protagonista de Maximo afán, lleno de un impulso vital que lo lleva siempre más allá de la vida un tanto roma que le ha caído en el sorteo,define su mundo interior:

“Permanezco así: intento que nada se mueva en el mundo mientras respiro la sonrisa que ella me pone, al tiempo que pronuncia un invariable ‘no, gracias’ en clave de sol”.

Sólo unos apuntes más para trasladar, sin destriparlo, algo de lo que se puede sentir leyendo Normas de inseguridad. Los dos primeros, en contraste: la ironía del doble sentido que una palabra (Prosperidad) adquiere según el bolsillo desde el que se mire y la precisión con que la media página de Corrección retrata toda la angustia del mundo T.O.C.

El tercero, las sensaciones casi sinestésicas que despietan algunos relatos. En Escribe como te diga se puede llegar a oír el “alegre” ruido de los niños en el recreo (aquél tan mortificante cuando te impedían participar en él). Se puede llegar a sentir el variado ambiente olfativo de un colegio: el olor de los niños ligeramente sudados tras ese recreo vedado a la protagonista; el aroma a madera y carbón de un lápiz recién afilado y ese otro, único e inimitable, de la goma de borrar. Y al final de esta humilde crónica, un solo apunte, precisamente sobre finales. En Normas de inseguridad hay muchos que sorprenden o te hacen pensar; pero el de Escribe como te diga es tan feliz e inesperado que, tras el asombro que produce, convierte en perfectamente desechable cualquier otro que pudiera ocurrírsenos.

Un dato para quienes quieran aprovechar estos días gozando de las Fiestas de María Pita en A Coruña. El jueves 10 de agosto a las 12.00 h., Almu Ballester firmará ejemplares de Normas de Inseguridad en la Feria del libro de A Coruña (caseta nº 3), junto al Teatro Colón. Ese mismo día, a las 19.00 h., se presenta el libro en Berbiriana libros e grolos (calle de Santiago nº 7 de A Coruña), donde acompañaré a la presentadora del libro, Arantza Portabales y a su autora, Almu Ballester. 

Pequeña nota biográfica final

Conozco a Almu Ballester desde que nació. Literalmente. De entonces a hoy, aquel bebé ha pasado por más fases que un lepidóptero hasta convertirse en la hermosa realidad literaria que hoy contemplamos. Como, por ejemplo:

Niña tímida y lectora voraz desde que aprendió a juntar las primeras letras, incluso desde antes. 

Colegiala con uniforme de falda escocesa a cuadros grises, verdes y granates (posiblemente como el que lleva la protagonista –INMENSA- de Escribe como te diga). 

Brillante universitaria, licenciada en filología hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en lingüística computacional por la Universidad de Heidelberg. 

Lingüista  al servicio de la Real Academia Española durante 12 años

Lingüista computacional en Goggle durante18 meses.

Guionista cinematográfica con guiones destacados por festivales de cortos como Alcine, Almería en Corto o Notodofilmfest. 

Escritora de relatos cortos: en diversas revistas literarias e Internet, como Leer y Cuentos ara el andén y en antologías como Incómodos (Ed. Relee). 

Actualmente trabaja como coordinadora de calidad y nuevas tecnologías en Linguaserve.

Un buen día te enteras de que ha escrito un libro, Normas de inseguridad,  y al poco tiempo, lo lees y te asombras. No porque la creyeras incapaz de ello -que menuda es esta familia...- sino por el hecho de que una “opera prima” impacte de tal forma a un viejo lector como el que suscribe, hasta el punto de atreverse a escribir esta reseña y colaborar en la presentación del libro, como arriba queda dicho.